十七

Me obligué a arrancarme el alma. Me obligué a morderla hasta sacarla de su sitio, arrojándola en el suelo y dejándola como una madeja de lágrimas sangrantes que se enroscaban unas con otras, de sueños rotos que morirían en las sombras de lo inalcanzable. Me obligué a no pensar, a no sentir; pero también acudías en mis pesadillas, no podía apagar unos alaridos que eran iguales a los míos. Me obligué a ser cruel, a acallar unas emociones que me susurraban todas las noches, a mirar el calendario y fingir que no veía ningún significado en las fechas recientes, a actuar como si nada me importara cuando una simple súplica tuya bastaba para torcerme el mundo. Me obligué a doblegar mi corazón a mis voluntades más oscuras, a volverlo del hielo más impenetrable, a pesar de que sabía que podía derretirse fácil al acercarlo a las brasas.

Me obligué a sacar mi peor lado, a volverlo incandescente de modo que arrasara con todo.

«Perdón por tanta locura, gracias por tanto amor».