Cuando te hartás de todo y todos.

Juro que desde hace tiempo que no me sentía así. Es esa sensación de no querer ver a nadie durante mucho tiempo. De pensar en ellos y tener ganas de matar a todos. De sentir que cada cosa que hacen o dicen está mal o es una estupidez o algo por el estilo. De no soportarlos. No soportar sus palabras, no soportar sus consejos, no soportar sus actitudes, no soportar sus quejas, no soportar sus voces, no soportar sus preferencias, no soportar sus vidas, no soportar sus problemas, en fin, no soportar sus respectivas existencias. Dicen que todo, en exceso, hace mal, sin excepciones. Creo que me excedí con ustedes. Me excedí al verlos tantas horas semanales. Me excedí al inmiscuirme tanto en sus vidas. En fin, me excedí, y más de la cuenta, más de los niveles de exceso normal, por eso es que ahora ya no los puedo ni ver. A algunos menos que a otros, pero es irrelevante. Les podría decir muchas cosas. Todo lo que pienso. De hecho tengo ganas de gritárselos. Pero no lo voy a hacer. Porque sé que si lo hago, los pierdo. Sé que me van a contraatacar, me van a decir que estoy siendo mala persona, me van a decir que tengo que ser quizás más tolerante, sé que van a decir que no tengo razón y me van a contradecir y refutar a diestro y siniestro, sin agotarse. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? Necesito hablar. Necesito expresar todo lo que pienso, no puedo guardármelo más, necesito sacarlo todo afuera, me está matando. Necesito decir todo de una, porque miren, puedo ser bastante cruel y puedo sonar muy egocéntrica, pero sé que, en el fondo y visto a mi modo, tengo razón. Quizás no tengo razón con el juicio que hago de sus actos, con cómo los interpreto, con las razones que les asigno para que actúen así, pero sobre sus actos, tengo toda la razón. No importa cuánto me insistan con que no es así.