Las únicas veces que siento el frío verdadero son esos momentos de tristeza incontrolable, en los que daría mi vida por volver las cosas como antes. Ah, la nostalgia, qué ser tan poco piadoso, tan omnipresente. Suelta las lágrimas del más frío, cierra los ojos del más persistente. Quiero volver el tiempo atrás y reír, ser feliz, darle un beso cada día de mi vida. Aprovechar el tiempo al máximo. Y volver para volver para volver. Como un círculo. Casi inacabable. Regresar hasta hartarme, y así poder superarlo. ¿Lo lograré algún día? ¿Podré detener el llanto seco, para siempre? Cansada de pedirle a quien sea que esté allá arriba, si es que hay alguien, que me otorgue la libertad emocional y me haga amar en paz y sin dolor. ¿Cuál fue mi error? ¿Acaso fui demasiado lejos? Y si no, ¿por qué, entonces, me dejaste destrozada, en el piso, sin fuerzas siquiera para ir por un camino que no llevaba a ninguna parte?
Te amo, te lo dije. Te amo, te lo repito. Te amo, una vez más. Te amo, te amo, te amo.
Y sin embargo, y a pesar de todo, luego de todas estas lágrimas, de todos estos sueños rotos, de las mentiras, los cambios, y la hipocresía, de las imágenes falsas y el hambre de tu voz, sigo sin poder enfocar las cosas de un modo en que vos tengas la culpa, en que vos pagues, y no yo, y en que yo, de una vez por todas, pueda olvidarte como la felicidad, tenerte como el horror, y sonreír, para siempre.
No ghosts.
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